El mercado de trabajo ha sufrido frecuentes modificaciones con la reiterada intención por parte de la clase política y las organizaciones sociales de reducir la elevada tasa de paro que ha presentado España a lo largo de los años. Además, los cambios en la tasa de paro, tanto al alza como a la baja, se han producido con mayor intensidad en nuestro país que en el resto de Europa. En este sentido, la mejora en los años de crecimiento, cuando el ciclo económico era alcista, fue notable, en gran parte como consecuencia del modelo productivo, excesivamente vinculado a la construcción y al sector inmobiliario, lo que más tarde nos traería graves consecuencias.
Todas las reformas laborales que se han implementado han tenido como objetivo central la creación de empleo. Tras la reforma de 1994 a esta pretensión se añade la de reducir el empleo temporal y fomentar los contratos indefinidos. Se trata de dos aspectos fundamentales que caracterizan nuestro mercado laboral, pero las medidas no siempre han conseguido los objetivos buscados.
Este deseo de creación de empleo ha venido acompañado de constantes flexibilizaciones del mercado de trabajo, lo que a su vez ha generado la creación de nuevas palabras, como la tan escuchada últimamente “flexiseguridad”. El significado no queda muy claro, pero tanto flexibilidad como seguridad son dos palabras cuyas acepciones positivas invitan a pensar que no pueden deparar consecuencias nocivas.
Lo cierto es que se ha considerado a la flexibilización del mercado de trabajo como la medida necesaria y suficiente para la reducción de la tasa de paro. Si bien esta flexibilización nos acerca a modelos europeos en materia laboral, también supone la pérdida progresiva de derechos laborales por parte de los trabajadores, acumulados durante años de reivindicaciones sindicales.
El papel de los sindicatos es también un aspecto fundamental que ha ido evolucionando a lo largo del tiempo y que probablemente ha tocado fondo con la publicación de esta nueva reforma laboral. Los sindicatos han tenido un papel muy diferente en cada una de las reformas llevadas a cabo y por ello los trabajadores han perdido la confianza en los líderes sindicalistas, que atraviesan hoy en día su mayor crisis desde la llegada de la democracia.
Para alcanzar una mejora en lo referente al necesario papel de los sindicatos sería aconsejable una ruptura con la financiación por parte del Estado. Si se convirtiesen en órganos independientes podrían centrarse en los verdaderos intereses de los trabajadores, sin tener que velar por los de la propia organización como un ente en sí mismo.
En definitiva, a pesar de las durísimas condiciones que establece esta reforma y el previsible aumento del paro que la “flexiseguridad” generará, se ha gestado un sentimiento de aceptación social a las reformas implantadas con la esperanza de una repercusión positiva en el mercado laboral para las futuras generaciones.
0 comentarios:
Publicar un comentario