La desesperanza empieza a calar entre algunos presidentes latinoamericanos. La inseguridad de sus calles, el desconsuelo de sus ciudadanos y la dificultad de gobernar un territorio sin ley cada vez lo hacen más cuesta arriba. Las paradisíacas playas de Colombia rodean un territorio repleto de conflictos diarios, de desapariciones, asesinatos o matanzas a plena luz del día, sin que nadie, ni siquiera la policía o incluso el ejército, sea capaz de reprimirlo.
Ciudad Juárez, en México, tiene el nada anhelado honor de ser una de las ciudades más peligrosas del mundo. Todo ello gracias a la droga, sí.
¿Dónde está el dilema?, ¿qué hay más allá de un consumo altamente dañino? El deseo del hombre de dominar, de someter, de oprimir, sean cuales sean las consecuencias. Ese es el problema. La ausencia de remordimientos de unos y el desasosiego de otros.
Si no puedes con tu enemigo, únete a él. Pero en realidad esta frase esconde tanta violencia, tanta opresión y pobreza, tantos niños convertidos en sicarios, tantos adictos que conocen las mil caras de la droga antes de siquiera aprender a leer, que produce escalofríos.
Guatemala ha lanzado la primera piedra. No ha sido México, Colombia o Estados Unidos, y ello ha encendido a quienes incluso en esto, esperan dominar. ¿Qué derecho tiene Guatemala a proponer una solución a un problema de este calibre si es solo “un pequeño eslabón en la cadena”?
Todo el derecho que el sentido común pueda reunir, toda la legitimidad que la esperanza pueda albergar, todo, y a la vez, no ha sabido arriesgar.
Hace solo unos años podíamos leer la noticia de que en Holanda estaban cerrando cárceles por falta de presos. Holanda, país conocido por la legalización de las drogas, pero ¿de qué drogas? He aquí el quid de la cuestión. Las drogas que son lícitas en Holanda son tan solo aquellas drogas conocidas como drogas “blandas”, alucinógenos y excitantes, pero no el tipo de droga con el que trafican los cárteles en Latinoamérica. Estas drogas por las que se comenten crueles asesinatos, las drogas capaces de dirigir un país, de someter un gobierno o subyugar una sociedad, son otras mucho peores.
Legalizarlas puede ser una solución a corto plazo, pero es ahí donde está el problema, en el corto plazo. En materia de adicciones, si relegamos a las drogas a una simple adicción, estaremos obviando un problema mucho mayor, un problema social, de derecho a la infancia, e incluso en ocasiones un dilema de derechos humanos.
Porque hacerlas legales reducirá el poder de los cárteles, pero no eliminará un problema social que ya ha llegado a niveles tan altos que es imposible vislumbrar la cima de la solución. Porque la corrupción de altos cargos será la mayor barrera que, propuestas como esta, deberán superar. Porque donde algunos ponen la cara y afirman desear el fin de esta coyuntura, otros arriman la cartera y sacan tajada, y no a cualquier precio, a uno muy alto.
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