Hoy se ha emitido un nuevo capítulo de Salvados que, como ya nos tiene acostumbrados, ha estado repleto de dosis de humor y realidad. A pesar de todo ello imagino que a nadie ha podido sorprender lo que en él se ha planteado, aunque a veces necesitamos que la televisión nos muestre en imágenes lo que muchos llevan ya tiempo advirtiendo.
La situación es desoladora. Con un recorte del 25% en investigación la ciencia ha quedado aparcada, olvidada. Sus resultados a largo plazo no convencen en una sociedad en la que durante años y, “gracias” a la burbuja inmobiliaria, los grandes beneficios se cosechaban por doquier en cortos periodos de tiempo.
Invertir en investigación para que reporte beneficios en plazos de 5, 10 o más años supone una espera demasiado larga en esta era de inmediatez. Incluso ahora, cuando todo aquello que habíamos construido con los materiales equivocados ha acabado por derrumbarse, no somos capaces de dibujar un nuevo plano, cuyos cimientos nos permitan crear un nuevo modelo sólido y a prueba de tempestades.
Un cambio de modelo, eso es lo que necesitamos. Todos decimos lo mismo, ávidos de un cambio que nunca llega. Y es que es difícil llevarlo a cabo si antes no contamos con los planos pertinentes para dar comienzo a la obra.
Consenso es lo que necesitamos, tal y como ha apuntado Jordi Évole durante su entrevista al lehendakari Patxi López, pero consenso es precisamente lo que no tenemos. Nuestra clase política se mantiene ocupada pasándose la pelota unos a otros o redactando la próxima réplica.
La gestión es ideológica, pero el fin es común. Y cuando el fin es un bien preferente, como es el caso de la educación, o la base de la competitividad del país, para el caso de la investigación, los acuerdos deberían tener carácter obligatorio.
Todos deseamos un único y sólido sistema educativo, fruto del consenso de los partidos, pero, especialmente, del análisis de los expertos en la materia. Las ideologías gobernantes cambian, pero son los individuos los que hacen del país lo que es.
Sin duda hay que realizar ajustes, pero no se puede pretender estrangular determinadas partidas para permitir que el nivel de vida de algunos no se vea alterado por los infortunios de su propia e irresponsable gestión, por no decir pésima y fraudulenta.
Sí, Bankia, tema de la semana. Ese gran banco, esa gran apuesta que ha resultado no ser más que un montón de cuentas falseadas, de bancos quebrados antes incluso de formar parte de lo que pretendía ser una sólida y exitosa unión. 23.465 millones de euros que pagaremos entre todos, todavía no está claro ni en concepto de qué. Y es que, los beneficios declarados por Bankia el pasado febrero, de 309 millones de euros, han acabado convirtiéndose, mágicamente, en 2.979 millones, pero de pérdidas.
Puede que estemos equivocándonos cuando apuntamos a la necesidad de formar jóvenes científicos y lo que necesitemos en España sea una escuela de magia y hechizaría al más puro estilo de Hogwarts. Desde luego, potencial sobra.
Y, en cuanto a este tema, por supuesto, responsabilidades ninguna. Todo se quedará, para los de siempre, en un mal Rato.
En definitiva, me quedo con esta frase de Guillermo Dorronsoro que resume nuestra situación actual a la perfección: "Tenemos una ocasión estupenda para cambiarlo todo, porque vemos que nada funciona". ¿Todavía hay esperanza?
Anónimo dijo...
31/5/12 00:51
Muy bueno. Me encanta